"Lo peor de esta pandemia es que no se ve el final"

EL PAÍS: Nunca en los 40 años que lleva en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) del hospital Gregorio Marañón de Madrid, 30 de ellos como jefe del departamento, José Eugenio Guerrero Sanz había asistido a momentos tan duros como este 2020. “He vivido la colza, los peores años del sida, el 11-M, accidentes de aviación… Todo fue difícil, pero corto. Lo peor de esta pandemia es que no se ve el final”, comentaba este jueves por teléfono el médico, poco antes de viajar a Oviedo. Él es uno de los 15 sanitarios españoles elegidos por la Fundación Princesa de Asturias para recibir esta tarde el Premio de la Concordia en representación de los profesionales que trabajan en primera línea contra la covid 19. Será también él quien pronuncie el discurso de agradecimiento, del que no quiere adelantar demasiado: “Solo tengo tres minutos, así que intentaré centrarme en lo importante: el homenaje a los compañeros que han muerto por esta causa y el sufrimiento que pasamos en los primeros meses”.


Lo peor, insiste Guerrero Sanz, es que el sufrimiento continúa. “Estamos cada vez más cansados. La primera ola la vivimos como un tsunami y no hubo tiempo para pensar ni cansarse. Pero ahora estamos agotados. Esperábamos la segunda ola para octubre, pero llegó cuando todavía no nos habíamos repuesto de la primera”, dice. Y rescata una frase que suele correr por las UCI para que la tengan en cuenta los políticos: “La lista de espera en cuidados intensivos se hace en el cementerio”. Es decir, “que aparquen las discusiones políticas y pongan cuanto antes a tomar decisiones con criterios sanitarios”.

Verónica Real Martínez, otra de las elegidas para recoger el premio en Oviedo, subraya también el agotamiento del colectivo en esta segunda ola: : “Cuando empezó todo no tuvimos más remedio que ponernos a remar todos a una y no hubo tiempo ni para sentir el cansancio. El desgaste afloró después y se nota ahora”. Supervisora de enfermería del servicio de urgencias extrahospitalarias de la Comunidad de Madrid, ejerció como directora de enfermería en el hospital provisional habilitado en Ifema para atender a los enfermos de covid. “En momentos así es cuando se demuestra la importancia del trabajo en equipo. Y que hay que cuidar todos los estamentos sanitarios porque todos son esenciales. Por la parte que me toca, que es la del cuidado directo de los pacientes, debo decir que durante aquellos días en que los enfermos estaban solos porque sus familias no podían visitarlos, nosotros tuvimos que suplir esa necesidad. Fue muy duro, porque si en condiciones normales ya es inevitable establecer vínculos con los enfermos, en esa situación la implicación es mucho mayor. De alguna manera, te conviertes en su familia. Y te llevas cada día a casa muchas historias”, recordaba este jueves recién llegada a Oviedo.

Pilar Martínez Suárez, que trabaja en el servicio de atención al usuario en la sección de urgencias del Hospital Central Universitario de Asturias, recuerda el día en que estalló en lágrimas después de muchas jornadas atendiendo y reconfortando a familiares por teléfono. “Una mujer había estado llamándome toda la tarde para saber cómo evolucionaba su marido. A las nueve de la noche la telefoneé para comunicarle que lo iban a trasladar a otro centro porque en el mío estábamos saturados. Un minuto después me informaron de que se anulaba el traslado porque se estaba muriendo y tuve que volver a llamarla. Había tenido que hacer eso otras veces, pero esa noche lloré muchísimo”, confesaba este jueves la sanitaria, emocionada por haber sido también elegida para asistir a la ceremonia de entrega en su ciudad. “Todavía tengo grabada en la cabeza una frase: ‘Por favor, dile que le quiero’. Es lo que más me decía la gente”.

Salvador Balboa Palomino, también ovetense, residente en la UCI del HUCA, también recuerda que lo más duro era dar malas noticias por teléfono. “Si ya es difícil hacerlo en persona, por teléfono es peor. Por eso, cuando vaya a recoger el premio, se lo estaré dedicando internamente a todas esas personas que han perdido a algún familiar por la covid”, afirma este joven médico. “De todas formas, nunca me desanimé. Esta profesión da también muchas satisfacciones: la alegría de sacar a alguien adelante no tiene precio”, afirma.

“Empezamos a notar los daños colaterales”

Javier García Fernández, enfermero de atención primaria en un centro de salud en Oviedo, acudirá como representante de todos aquellos que estuvieron en el frente de las residencias de ancianos. Fue llamado el 26 de marzo para formar parte del dispositivo que se activó en Asturias para medicalizar estos centros ante el avance de casos que se estaba registrando en la región. A él le tocó el más afectado, la residencia ERA del municipio de Grau, donde no solo se contagiaron sus 80 internos, de los cuales murieron 23, sino prácticamente toda la plantilla de trabajadores. “Era un desastre. Por entonces no había protocolos y nadie sabía muy bien lo que tenía que hacer. Mi misión consistió en intentar parar aquello organizando circuitos como los que hay en los hospitales: zonas limpias, zonas sucias, desinfección continua. No teníamos tiempo ni para comer, pero dio resultado. Al menos ahora, de cara a la segunda ola, todo ese trabajo está ya organizado”, explica.

Otro sector que estará presente en la ceremonia es el de los farmacéuticos. Su representante será Nieves Mijimolle Cuadrado, titular de una farmacia en la localidad madrileña de Leganés, cuyos padres fallecieron en marzo con dos días de diferencia después de contagiarse en sus respectivas farmacias. Ella y su hermana, que también ha heredado la profesión, reciben el premio como un homenaje a sus padres. “Ellos murieron cumpliendo una labor que no siempre es reconocida: la que hacemos los farmacéuticos en el día a día resolviendo dudas, inquietudes, temores. Eso fue especialmente intenso durante los primeros meses de la pandemia, la gente se agolpaba confusa, venía a preguntarnos a nosotros porque somos su referencia más cercana, muchos venían también para hacer acopio de sus medicamentos habituales porque tenían miedo de que hubiera desabastecimiento”, contaba este jueves por teléfono desde Madrid, mientras hacía la maleta para viajar a Asturias.

Mijimolle advierte de que ahora todo está más organizado y no parece que vaya a haber problemas de desabastecimiento a corto plazo, el trabajo sigue siendo muy intenso en las farmacias. “Empezamos a notar los daños colaterales. Está creciendo la demanda de antidepresivos y calmantes. Muchas personas mayores están teniendo problemas de movilidad después de estar tanto tiempo encerradas. Y como muchos centros de salud están saturados y a veces tardan en atender a la gente, muchos acaban recurriendo a nosotros”, subraya la farmacéutica. Esta tarde, cuando se acerque a recoger el premio, irán con ella no solo todos los sanitarios que dieron y siguen dando batalla contra la covid, sino también todos los que han perdido algún ser querido.